Tener un propósito, te hace excelente

Creo que estarás conmigo en que, si le encuentras un sentido, un propósito, un para qué a lo que haces y a tu trabajo, lo disfrutas más y sientes mayores niveles de bienestar.

Es algo que se tendría que tener en cuenta en las organizaciones, pues es cierto que, en la mayoría de las ocasiones, nuestras obligaciones diarias nos pueden insensibilizar ante el sentido de nuestro trabajo. Y este matiz puede crear la diferencia entre un trabajador medio y otro excelente.

Si bien es más común escuchar hablar de la pasión: “me apasiona lo que hago”, “lucha por tu pasión” quizás el foco lo deberíamos tornar más hacía el propósito. Quiero compartir con vosotros la diferencia entre ambas basándome en la investigación que realizó el profesor de Berkeley, Morten Hansen. Estudió a 5000 empleados y jefes para entender de que estaban hechos los “empleados estrella”.

En su estudio, Hanson exploró la distinción entre propósito y pasión. El propósito se define como la sensación de que aportamos algo a otros, que nuestro trabajo tiene un sentido más amplio. La pasión es la sensación de emoción o entusiasmo que tenemos por nuestro trabajo.

Cuando leí sobre este estudio tuve gran intriga por saber cuál de las dos, propósito o pasión, tendrían una mayor repercusión en el rendimiento de las personas. ¿Me acompañas y lo descubrimos junt@s?

Hanson agrupó a los empleados por categorías. Por ejemplo, a los que eran poco apasionados y no tenían un propósito claro, los jefes los situaban de media en el percentil 10 de rendimiento.

Resulta desastroso, pero no sorprendente: si a uno, no le entusiasma su trabajo y no le ve ningún sentido, es poco probable que obtenga resultados. Lo opuesto también resultó ser cierto. Las personas entusiastas y con un propósito claro eran empleados estrella.

De nuevo predecible. Pero ¿Y si los empleados destacaban sólo en un aspecto: pasión o propósito? ¿Quién rendiría más, el entusiasta o el intencionado?: Las personas que les entusiasmaba su trabajo, continuaban mostrando un rendimiento bajo si carecían de un propósito. Por tanto, la conclusión era clara, el propósito vence a la pasión.

La pasión es individualista y si bien me puede motivar y estimular, también es verdad que me aisla. Sin embargo, el propósito puede ser común y se puede compartir, por lo que puede promover la conexión con los demás.

En este punto en el que parece que ha quedado demostrado que lo que realmente nos moviliza es el propósito, la contribución de lo que hacemos, todas las personas que trabajamos en organizaciones o instituciones podríamos tomar consciencia de esto y ocuparnos en cultivar el propósito. A veces parece que esto del propósito es algo que de manera mágica encontramos o descubrimos un día, pero se pueden crear espacios y momentos donde las personas puedan conectar con el sentido de lo que hacen.

Creo que la pregunta clave para llegar a vislumbrar la contribución de lo que hacemos está en ¿Quién se beneficia de mi trabajo? La respuesta nos ayuda a comprender la contribución final, no limitándonos solo a una lista de tareas o funciones que son nuestra responsabilidad, sino ir más allá (ser excelentes) con tal de poder aportar y contribuir a otros.

Cuando conectamos con el propósito y nos salimos del guion establecido sobre las tareas asignadas a mi trabajo, somos capaces de innovar, crear momentos extraordinarios que hagan que las personas se sientan bien y se cree un momento de sentido compartido que genera cohesión, conexión y equipo.

Y tú, ¿has pensado cuál es el propósito de tu trabajo?